Para J. es inaceptable que en una carta de un restaurante se empleen palabras como por ejemplo delicioso, exquisito, excelente, deleitable, sabroso, encantador, etc. Un sinfín de adjetivos que no hacen sino decorar. Si se tiene un restaurante, existe la presunción que la comida es deliciosa, por lo tanto tanta golosinería resulta ya dudosa.
Es aún peor cuando se le pregunta al mesero sobre el contenido de algo en particular (por ejemplo una salsa con nombre raro, una palabra que aparece en inglés, etc.) y su respuesta es que la salsa o la cosa rara es deliciosa o está hecha con mucho amor.
La comida más que un placer literario hace parte del sentido del gusto y por esa razón es mejor que el comensal diga que tal o cual es delicioso, exquisito, excelente, deleitable, sabroso, encantador, etc. a que lo diga la carta y resulte sabiendo a todo lo contrario.
Muy cierto, pero es también un truco sicológico para poner en la cabeza del comensal, y en cierta forma en su paladar, la sensación de que realmente se ha probado algo sabroso. La mente puede influir en cómo se perciben los sabores, como demostró Blumenthal con su helado de tocino; lo llamaba "helado" intencionalmente para que la mente inventara un sabor dulce donde no lo había.
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