El gusto por la comida es como el gusto por la música, Todos preferimos cosas diferentes. Al hacer este blog tuve en cuenta que lo que me puede gustar a mi no tiene por que gustarle a otra persona.
En mi caso no me gusto la comida (de ningún tipo) hasta hace cuatro años.
Cuando me llamaban a comer en mi casa era como si me mentaran el diablo.
Incluso mi padre, al ver mi disgusto porque me sentaban durante horas y no me dejaban parar hasta que no terminara la sopa, el seco y la sobremesa, casi siempre un vaso de leche con bocadillo; me enseñó a esparcir la comida por el plato de manera que pareciera como si me hubiera comido la mayoría, su tesis era que un niño que tuviera comida no se muere de hambre.
Para mi asombro y el asombro de los que me rodean, un día empecé a comer, a deleitarme con los sabores y a tener experiencias sublimes con la comida. Eso fue como una de esas revelaciones que les pasan a las que quieren ser monjas, con la diferencia que mi revelación fue profundamente de glotonería.
Siento los sabores con la misma fuerza que siento cuando leo un buen libro, pasión que me acompaña desde niña y aunque no he podido con el pimentón ni el arroz, entre mis comidas favoritas se encuentra el chorizo de carretera , el buñuelo, el guiso valluno, el huevo frito con tocineta, el Philadelphia roll , el queso Brie con agraz, el pulpo a la gallega, la carimañola con ajibasco y suero costeño, una perra, pancakes de papa de la plaza principal de Praga , la sobrasada, los boquerones, el pollo tandori marsala, una cazuela de mariscos del Caribe colombiano, una punta de anca bien cortada, un gyro bien hecho con salsa tatzaki, una mazamorra con panela, alitas picantes y una salchicha con pan y mostaza alemana. Eso entre otras cosas que me encantan.
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